Craig Stowe sirvió en un buque de la marina durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando su nave se preparaba para un ataque, el oficial de mando puso en fila a los hombres. Como de costumbre, se necesitaba un voluntario para ocupar la torre de vigía, al frente, y divisar al enemigo, para enviar la información pertinente al capitán. Nadie dio un paso al frente. Entonces, Stowe escuchó al Señor decir en su corazón: Yo estaré contigo allá arriba, como lo estoy aquí abajo. El joven se ofreció como voluntario, y permaneció allí sin recibir ni un solo rasguño. De hecho, informó que en ningún momento estuvo en peligro.
Años después, el señor Stowe contó esta historia en la iglesia. La verdad que había en esa aventura fue una respuesta al caos emocional de un joven que tenía una vida familiar difícil, dándole un mensaje que transformó su vida: Dios está siempre contigo, no importa dónde te encuentres.
Yo era ese joven. Al madurar en mi fe y estudiar la Palabra, Dios confirmó lo que el señor Stowe me había enseñado. Vi que Jesús enfatizó su presencia permanente a sus discípulos. Sabía que muy pronto se apoderaría de ellos un sentimiento de negación tras su crucifixión. Además, les esperaban dificultades al llevar el evangelio al resto del mundo. Por eso, el Señor les prometió un Consolador que estaría con los cristianos para siempre: el Espíritu Santo.
Cada día vivimos en la presencia de Cristo por medio de su Espíritu. Él consuela en el sufrimiento, alienta en las dificultades, y fortalece cuando somos débiles. Los beneficios de una relación con Dios no han sido aplazados hasta que lleguemos al cielo; andamos con Él ahora mismo y para siempre.
Encuentro con Jesús(devocional)
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