letrero

jueves, 6 de noviembre de 2014

CONFIANDO EN EL TIEMPO DE DIOS

David Wilkerson



















Si no crees en el tiempo del Espíritu Santo, nunca vas a entender por qué las oraciones parecen demorar en ser contestadas. Cada promesa de Dios se levantará para que seas probado, ¡a menos que descanses en el tiempo del Señor! Está escrito acerca de José, que estaba en prisión sin poder hacer nada: “Hasta la hora que se cumplió su palabra, El dicho de Jehová le probó” (Salmo 105:19). Este versículo del tiempo del Espíritu Santo se encuentra entre estas dos afirmaciones: (1) “Afligieron sus pies con grillos; En cárcel fue puesta su persona” (Versículo 18) y; (2) “Envió el rey, y le soltó…le dejó ir libre.” (Versículo 20).

La prueba de la espera de José le rompió el corazón. Escucha su patética súplica al copero después de que José le reveló que iba a ser restaurado y puesto en libertad de la cárcel: “Acuérdate, pues, de mí cuando tengas ese bien, y te ruego que uses conmigo de misericordia, y hagas mención de mí a Faraón, y me saques de esta casa…y tampoco he hecho aquí por qué me pusiesen en la cárcel.” (Génesis 40:14-15).
Algunos podrían preguntarse dónde estaba la fe de José. Estaba tan cerca de Dios que podía interpretar sueños y misterios. Dios habló con él, así que ¿por qué no simplemente descansar y confiar en Dios para sacarlo de ahí? ¿Por qué una súplica tan lamentable al copero para hablar de él ante Faraón? ¡Él estaba siendo probado por la Palabra! Puedes leerla, orarla, predicarla, pero hasta que sea probada en ti, no va a producir vida. Algunos de ustedes están siendo severamente probados por la Palabra en este momento. Has visto a Dios contestar muchas oraciones, pero ahora mismo tienes una oración sin respuesta desde hace mucho tiempo. Tu llanto, tu clamor, tus manos levantadas, tu esfuerzo, todo parece no haber sido oído, no hay evidencia de una respuesta en ninguna parte.
Déjame contarte lo que se necesita para vencer en estos últimos días. Debemos permanecer en cada promesa y orar con fe, efectivamente, fervientemente, sin dudar, y luego esperar y descansar, confiando en que el Señor hará lo correcto, en Su tiempo y a Su manera. Pocos cristianos hoy en día esperan con paciencia que Dios obre en Su tiempo. Cuanto más se retrasa, más se enojan algunos. Otros finalmente se dan por vencidos, pensando que Dios no contesta.
Di con Habacuc: “Estaré quieto en el día de la angustia…Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos…y los labrados no den mantenimiento…y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación. Jehová el Señor es mi fortaleza…y en mis alturas me hace andar.” (Habacuc 3: 16-19).

domingo, 2 de noviembre de 2014

UN MONTÓN DE GALLETAS


Carter Conlon
















Cuando Dios nos llama a caminar en lo sobrenatural, en las cosas en que nos consideramos no aptos, es probable que puedan surgir miedos en nuestros corazones. Este fue el caso de Gedeón y el Señor le dio las siguientes instrucciones: “Aconteció que aquella noche Jehová le dijo: Levántate, y desciende al campamento [enemigo]; porque yo lo he entregado en tus manos. Y si tienes temor de descender, baja tú con Fura tu criado…y oirás lo que hablan; y entonces tus manos se esforzarán, y descenderás al campamento” (Jueces 7: 9-11).
En otras palabras, “Si tienes miedo, baja al campamento enemigo. Vas a escuchar lo que están diciendo, y se te dará fuerza para entrar en aquello que en lo natural, es una misión suicida”.
“Y él descendió con Fura su criado hasta los puestos avanzados de la gente armada que estaba en el campamento. Y…cuando llegó Gedeón, he aquí que un hombre estaba contando a su compañero un sueño, diciendo: He aquí yo soñé un sueño: Veía un pan de cebada que rodaba hasta el campamento de Madián, y llegó a la tienda, y la golpeó de tal manera que cayó, y la trastornó de arriba abajo, y la tienda cayó. Y su compañero respondió y dijo: Esto no es otra cosa sino la espada de Gedeón…Dios ha entregado en sus manos a los madianitas con todo el campamento.” (Jueces 7:11-14)
Se podría esperar que el Señor ideara algo un poco más extraordinario, tal vez con el madianita diciendo: “¡Vi carros de ángeles bajando, miles y miles! ¡Estaban enojados, y mataron a todos! ¡Vámonos de aquí!”. No, en lugar de eso, vio un trozo de pan que rodaba por una colina, que aplastó todo su campamento. Y de eso el otro hombre llegó a la siguiente conclusión de inmediato: “¡Bueno, esto no es otra cosa que la espada de Dios y la espada de Gedeón! ¡Él ha entregado a todo el ejército en manos de Gedeón!”
¿Cómo lo sabían los enemigos? Lo sabían porque habían sufrido las consecuencias vez tras vez. Sabían lo que sucedía cuando repentinamente incluso sólo unos pocos del pueblo de Dios se levantaban y decidían seguir adelante. ¡Sabían del peligro que se le presentaba al reino de las tinieblas cuando un pan de cebada venía rodando por la colina!
¿Sabes lo que es un pan de cebada? ¡No es nada más que un montón de galletas que se juntan y deciden moverse como uno! Tú y yo vivimos en una hora en que debemos entregar nuestro orgullo y nuestro razonamiento humano; debemos rendirnos de ese querer ser vistos como alguien más grande de lo que somos. Todos somos galletas invitadas a un banquete, hasta el último de nosotros. Siempre he sido nada, sigo siendo nada, y siempre seguiré siendo nada. Todo lo que tengo es lo que Dios elige darme.