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jueves, 26 de noviembre de 2015

ANDANDO EN LA LUZ

David Wilkerson





















“Andad entre tanto que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas” (Juan 12:35). Las tinieblas aquí significa “ceguera espiritual, confusión, pérdida de claridad, oscuridad”. Al principio, me preguntaba: “¿Tinieblas sobre los que aman a Jesús? ¿Cómo podrían llegar tales tinieblas al pueblo de Dios?”.
Realmente, admito que yo, personalmente, he sido inundado con la luz de Jesús. En mis más de cincuenta años de ministerio, he sido testigo del poder del Señor para levantar a los muertos espirituales. He visto a muchos salir de sus tumbas de drogadicción y alcoholismo. Mi libro La Cruz y el Puñal sólo trataba sobre el poder milagroso de Dios. Tengo una vida de ver muertos andantes vivificados a través de Su poder de resurrección.
He visto muchos otros rayos de luz, desde los nombres dadores de vida de Dios, las promesas de Su Nuevo Pacto, hasta el cumplimiento de Sus profecías. En cierto sentido, he sido testigo de todo lo que Juan 12 describe y mucho más. Ciertamente, Dios ha revelado a Su pueblo hoy, lo que los ojos de aquellos judíos no pudieron ver. Nosotros no sólo conocemos por las Escrituras sino por experiencia que Dios ha preparado grandes cosas para aquellos que Le aman. Nos fue dado el Nuevo Testamento para instruirnos en esto y nos fue dado el Espíritu Santo para enseñarnos. De la misma manera, tenemos “mejores promesas”, para que podamos ser participantes de Su naturaleza divina.
También hemos recibido maestros, pastores, evangelistas y profetas ungidos que inundan nuestros corazones y mentes con la luz. Nos sumergen en la verdad, nos llenan de gloriosas promesas y nos recuerdan la fidelidad de Dios para libertarnos una y otra vez. Te pregunto, con todas estas bendiciones maravillosas, ¿cómo es posible que haya nubes de oscuridad sobre nosotros?
Usualmente, cuando pensamos en oscuridad espiritual, pensamos en ateos. O pensamos en pecadores hastiados y saturados de pecado, caminando a tientas en tristeza y vacío. Pero esa no es la clase de tinieblas que Jesús describe aquí en Juan 12. No, estas tinieblas son una nube de confusión, un espíritu de ceguera, indecisión, un abatimiento de espíritu y mente; y viene sobre los creyentes.
Cuando llegan esos tiempos, cuando somos asediados por la tentación o la desesperación, debemos decir con confianza: “Tú has librado a Tus siervos sobrenaturalmente a lo largo de la historia. Hazlo otra vez y que Tu fuerza se perfeccione en mi debilidad”.

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