letrero

miércoles, 16 de marzo de 2016

OPERACIÓN ROMA


David Wilkerson














Lo que Dios hizo a través del arresto de Pablo, fue asombroso. El Señor no necesitó de métodos modernos para que Su evangelio saliera adelante. Él solamente necesitó de un simple siervo y éste estaba oculto en una bocacalle, en una pequeña casa alquilada, custodiado por guardias armados. Sin embargo, por dos años, un constante flujo de almas hambrientas  de todos los caminos de la vida vinieron a él en su celda provisional (ver Hechos 28:30-31).
De hecho, esa pequeña casa alquilada sirvió como el Gran Cuartel General del Espíritu Santo para la “Operación Roma”. Adentro, el Espíritu de Dios estaba levantando un cuerpo de creyentes consagrados, que saldría predicando el evangelio con poder y unción. Y ellos llevarían las buenas nuevas de Cristo hasta los últimos rincones del imperio.
¿Qué es lo que Dios está tratando de decirnos con este relato?  ¿Podría estar el Señor diciéndonos aquí, que no busquemos la grandeza del ministerio, que no nos enfoquemos en números o en técnicas? Sencillamente, Dios nos está diciendo que el Espíritu Santo puede tomar a cualquier persona común, llevarla a un estado de total dependencia y con ella alcanzar comunidades, ciudades y aún naciones, desde los lugares más insignificantes.
¿Por qué fluían tantas personas a la casa de Pablo? ¿Por qué respondían así a una simple palabra de boca, para escuchar a un pobre predicador desconocido? Yo digo que se debió a que esa casa estaba llena del Espíritu de Dios. Jesús estaba presente allí, el Espíritu Santo traía convicción de pecado a todos los que entraban, y la presencia de Cristo sanaba sus almas hambrientas.
No me malinterpreten: no estoy predicando: “Sé pequeño”. Estoy predicando: "Dios puede usar al más humilde". Él puede usar a cualquiera que esté dispuesto de ser despojado de toda confianza en la carne para depender de Él en todo. Y el Señor puede hacer eso con cualquier cristiano, de cualquier tipo de vida. Lo sé, porque yo soy un ejemplo de ello. Dios encontró un predicador flaco en el campo de Pensilvania y lo envió a la ciudad de Nueva York para trabajar con las pandillas y los drogadictos. ¿Qué podría ser más inadecuado?
“Sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte” (1 Corintios 1:27).

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