David Wilkerson
Algunos maestros bíblicos dicen que es incredulidad pedirle a Dios una y otra vez las mismas cosas. No, eso es erróneo y ha debilitado la fe de multitudes.Dios nos manda a pedir, buscar, ayunar y clamar con súplicas eficaces y fervorosas. (Ver Mateo 7:7)
Desde el mismo principio, los siervos verdaderos han tornado las promesas de Dios en oraciones:
* Jesús sabía que su padre le había prometido todas las cosas antes de la fundación del mundo, y aún así Cristo pasó horas orando para que la voluntad de Dios se cumpliera en la tierra. Hasta dijo una parábola ilustrando la persistencia en la oración. Se trataba de la “viuda inoportuna” que seguía demandando justicia de un juez hasta que la consiguió. (Ver Lucas18:1-8)
* Dios le dio maravillosas profecías a Ezequiel acerca de la restauración de Israel, prometiendo que las ruinas de la nación serían como el Jardín del Edén. Aún así el Señor dijo que Su palabra no se cumpliría sin oración:
“Aún seré solicitado por la casa de Israel, para hacerles esto” (Ezequiel 36:37). En otras palabras: “Te hice una promesa pero quiero que ores por su cumplimiento. Búscame con todo tu corazón, hasta que la veas cumplida. Te liberaré, pero primero tienes que pedir.”
* Daniel había leído la promesa que Dios hizo a Jeremías (Daniel 9:2), que después de setenta años Israel sería restaurada. Cuando Daniel vio que el año señalado había llegado, pudo haber esperado en fe para que Dios cumpliera su promesa, pero en lugar de eso, ese santo hombre cayó sobre su rostro y oró por dos semanas hasta ver al Señor cumplir todo lo que había prometido.
En el Antiguo Testamento, los sacerdotes de Israel llevaban los nombres de todas las tribus de Israel sobre su pectoral. Esto significaba que las necesidades del pueblo eran llevadas continuamente en el corazón del sacerdote en oración. Para los cristianos de hoy, esto ofrece una imagen maravillosa de Cristo llevándonos en Su corazón y presentando nuestras necesidades al Padre. Más aún, cada cristiano en la actualidad es un sacerdote del Señor, y debemos llevar siempre las necesidades de los demás en nuestros corazones (Ver Santiago 5:14-16)
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