David Wilkerson
En Isaías 25, Dios le muestra al profeta un banquete pródigo y sobrenatural, que ocurre en un monte: “Y Jehová de los ejércitos hará en este monte a todos los pueblos banquete de manjares suculentos, banquete de vinos refinados de gruesos tuétanos y de vinos purificados” (Isaías 25:6).
¿Entiendes lo que está diciendo Isaías aquí? Este banquete maravilloso ocurrirá justo antes del regreso de Jesús. En ese tiempo, el pueblo de Dios no estará de luto, revolcándose en miedo, estresado y vencido. Ellos no parecerán figuras frágiles y esqueléticas de flaqueza espiritual. No, Cristo va a regresar para encontrar a Su pueblo festejando en "banquete, lleno de gruesos tuétanos".
Dios mismo ha preparado este banquete. Y ahora mismo, el banquete ya está en progreso. El Señor nos está diciendo en esencia: “He guardado el mejor vino para el final. Y ahora lo estoy derramando para Mi pueblo. Ellos están festejando sobre cosas maravillosas en Mi presencia”.
Veo este banquete increíble llevándose a cabo mientras viajo por todo el mundo. Hombres y mujeres jóvenes de Dios están hambrientos por un evangelio que los toque profundamente en sus espíritus. Han rechazado los evangelios de los bombos y platillos, de las muchedumbres y del profesionalismo. Solamente buscan estar encerrados con Jesús, para recibir revelación de Él. Y están saliendo de su lugar de oración con un fuego que aviva a todos a su alrededor.
Ahora, la montaña donde ocurre este banquete es muy significativa. Representa un lugar santo, una casa donde se manifiesta la presencia de Cristo. Es un lugar donde el pueblo de Dios tiene comunión y cena con Él, adorándole en espíritu y en verdad. Este monte de la presencia de Dios es un concepto importante para Su pueblo. Todo que el Señor está haciendo en estos últimos días está muy íntimamente relacionado a Su presencia. Y Su banquete de manjares y vinos, sólo puede ocurrir donde la presencia de Jesús es manifestada.
Ahora bien, cuando hablo de la presencia manifestada de Cristo, no estoy hablando de algo místico y del otro mundo. Cada vez que Jesús se da a conocer, todo el que está presente lo percibe. El salmista dice que los montes se derriten como cera delante de la presencia del Señor (ver Salmos 97:5). Dicho de una forma simple, cada pared espiritual y bloqueo carnal se evapora cuando Jesús se da a conocer. La presencia de Cristo es tan real cuando se manifiesta que casi puedes tocarla.
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