Celar es un rasgo negativo en las personas, pero para el Todopoderoso es un atributo sagrado. Dios quiere ser nuestra principal prioridad —el amor de nuestras vidas—, y se entristece cuando adoramos a alguien además de Él, ya que solo el Señor merece nuestra alabanza.
Cuando leemos el Antiguo Testamento, es posible que no entendamos el porqué la gente se postraba delante de ídolos que habían hecho con sus propias manos. ¡De seguro que no pensaban que estaban vivos y que eran poderosos! Pero nosotros cometemos un error parecido cuando valoramos a “ídolos” como el dinero, personas, apariencia, y poder. Aunque no son malos, pueden convertirse en objetos de adoración si dejamos que tengan demasiada importancia. Es por eso que Dios es celoso de nuestros corazones.
Por dos razones nuestro Padre celestial no permite que la devoción de sus hijos se desvíe. Primero, Él merece la gloria. Segundo, su amor por nosotros es tan grande que quiere lo mejor de nuestras vidas. En realidad, alabarle por encima de todo, es lo mejor para nosotros. Por tanto, cuando nuestros corazones no pertenecen exclusivamente a Cristo, Dios nos disciplina. Muchas veces esto significa dejar que los problemas en nuestras vidas maduren nuestra fe y nos recuerden quién es el único y solo Dios.
Piense en qué invierte su tiempo y su dinero, y qué domina sus pensamientos. Aunque sus intereses parezcan buenos en la superficie, pídale al Señor que le revele todo lo que se ha convertido en un ídolo en su vida. Confiésele su pecado y pida al Señor su ayuda para hacerlo el objeto de su devoción.
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