letrero

martes, 2 de octubre de 2012

El Mismo


A. B. Simpson
Deseo hablarles de Jesús, y de Jesús solamente. Con frecuencia oigo a la gente decir: "Quisiera poder apropiarme de la Sanidad Divina, pero no puedo." A veces dicen: "Lo he recibido." Si yo les preguntase: "¿Qué has recibido?", la respuesta a veces es: "He recibido la bendición", algunas veces es: "He recibido la teoría"; a veces es: "He recibido la sanidad"; a veces: "He recibido la santificación." Pero agradezco a Dios que nos ha sido enseñado que no es la bendición, no es la sanidad, no es la santificación, no es la cosa, no es aquello que tú quieres, sino que es algo mejor. Es "el Cristo"; es El mismo. ¡Cuántas veces se revela eso en Su Palabra: "El mismo llevó nuestras enfermedades, y sufrió nuestras dolencias", "El mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero"! Es la persona de Jesucristo que queremos. Mucha gente recibe la idea, pero no logra nada de ella. La reciben en su cabeza, y la tienen en su conciencia, y la tienen en su voluntad; pero, por alguna razón, no Lo tienen en su vida y espíritu, porque solamente tienen aquello que es la expresión y símbolo externo de la realidad espiritual. Una vez vi un grabado de la Constitución de los Estados Unidos, muy hábilmente tallado en una chapa de cobre, de manera tal que cuando lo mirabas de cerca, no era más que un trozo de escritura, pero cuando la mirabas desde una distancia, era el rostro de George Washington. El rostro sobresalía en la sombra de las letras a una corta distancia, y veía la persona, no las palabras, ni las ideas; y pensé: "Esa es la forma de mirar las Escrituras y entender los pensamientos de Dios, para ver en ellos el rostro de amor, sobresaliendo de un extremo al otro; no las ideas, ni las doctrinas, sino a Jesús mismo, como la Vida, la Fuente y la Presencia sustentadora de toda nuestra vida."
Oré por largo tiempo para ser santificado, y a veces pensé que lo tenía. En una ocasión sentí algo, y me así con desesperación por temor a perderlo, y me mantuve despierto toda la noche, temiendo que se fuera, y, por supuesto, se fue con la siguiente sensación y el siguiente humor. Por supuesto, lo perdí porque no me agarré de El. Había estado tomando un poquito de agua del depósito, cuando todo el tiempo podría haber recibido plenitud de El a través de los canales abiertos. Iba a las reuniones y oía a la gente hablar de gozo. Aún pensé que tenía el gozo, pero no lo mantuve porque no lo tenía a El mismo como mi gozo. Por último me dijo, Oh, tan tiernamente: "Hijo mío, simplemente tómame, y permíteme ser en ti la provisión constante de todo esto, Yo mismo." Y cuando por fin quité mis ojos de mi santificación, de mi experiencia de aquello, y simplemente los puse en el Cristo en mi, encontré, en vez de una experiencia, al Cristo más grande que la necesidad del momento, al Cristo que tenía todo lo que yo podía necesitar, quien me fue dado sin demora, ¡y para siempre! Y cuando Lo vi de esta manera, fue tal el reposo, que todo estuvo bien, y bien para siempre. Porque no sólo tenía lo que podía contener en esa pequeña hora, sino también en El, todo lo que necesitaría en la siguiente, y la siguiente, y así sucesivamente, hasta que a veces tengo una breve visión de lo que será un millón de años después, cuando "brillaremos como el sol en el reino de nuestro Padre" (Mateo 13:43), y tengamos "toda la plenitud de Dios".
Y así pensé que la sanidad sería un aquello también, que el Señor me tomaría como al viejo reloj parado, me daría cuerda, y me haría andar como una máquina. No es así en absoluto. Hallé en cambio que era El mismo entrando y dándome lo que yo necesitaba en ese momento. Yo quería tener una gran provisión, para poder sentirme rico; una gran reserva amontonada para muchos años, para no tener que depender de El al día siguiente; pero El nunca me dio una cantidad así. Nunca tuve más santidad o sanidad que la que necesitaba para esa hora. El dijo: "Hijo mío, debes venir a Mi para el próximo aliento porque te amo tan profundamente que quiero que vengas todo el tiempo. Si te doy una gran provisión, te arreglarías sin Mi, y no vendrías a Mi tan seguido; ahora tú tienes que venir a Mi a cada segundo, y recostarte en mi pecho en todo momento." Me dio una gran fortuna, colocó miles y millones en crédito, pero me dio una chequera con esta única condición: "Nunca puedes retirar más de lo que necesitas en el momento." Sin embargo, cada vez que se necesitaba un cheque, allí estaba sobre él el nombre de Jesús, y así trajo más gloria a El, mantuvo Su nombre ante el mundo celestial, y Dios fue glorificado en Su Hijo.
Tuve que aprender a tomar de El mi vida espiritual a cada segundo, a inspirarlo a El cada vez que respiraba, y me exhalaba a mi mismo. Así que, momento a momento para el espíritu, y momento a momento para el cuerpo, debemos recibir. Tu dices: "¿No es eso una terrible esclavitud, estar siempre tensado?" ¿Qué, tensado con alguien a quien amas, tu Amigo más querido? ¡Oh, no! Viene naturalmente, espontáneamente, como una fuente, sin conciencia, sin esfuerzo, pues la vida verdadera siempre es fácil, y rebosa.
Y ahora, gracias a Dios, lo tengo a El. no sólo para lo que tengo lugar, sino para aquello para lo que no tengo lugar, pero para lo cual tendré lugar, momento a momento, mientras avanzo hacia la eternidad delante de mi. Soy como la botella en el mar, tan llena como ella puede contener. La botella está en el mar, y el mar está en la botella, y así estoy en Cristo y Cristo está en mi. Pero, además de esa botella llena en el mar, hay un océano entero más allá; la diferencia está en que la botella tiene que ser llenada otra vez, cada día, por siempre.
Ahora, la pregunta para cada uno de nosotros no es : "¿Qué piensas de Betsán, y qué piensas de la sanidad divina?", sino: "¿Qué piensas de Cristo?" Hubo un tiempo en que había algo pequeño entre yo y Cristo. Lo expreso por medio de una pequeña conversación con un amigo que dijo: "Fuiste sanado por la fe." "Oh, no," dije, "fui sanado por Cristo." ¿Cuál es la diferencia? Hay una gran diferencia. Hubo un tiempo en que aún la fe parecía interponerse entre yo y Jesús. Pensaba que yo debía elaborar la fe, así que me esforcé para conseguir fe. Por último, pensé que la tenía, que si ponía mi peso entero sobre ella, se mantendría. Cuando pensé que había obtenido la fe, dije: "Sáname," Yo estaba confiando en mí mismo, en mi propio corazón, en mi propia fe. Estaba pidiendo al Señor que hiciera algo por mí debido a algo en mí, no debido a algo en El. Así que el Señor permitió al diablo que probara mi fe, y el diablo la devoró como un león rugiente, y me encontré tan quebrantado que no pensé tener fe alguna. Dios permitió que fuera quitada hasta que no tuve nada. Y entonces parecía que Dios me hablaba dulcemente, diciendo: "No importa, hijo mío, tú no tienes nada. Pero Yo soy Poder perfecto, Yo soy Amor perfecto, Yo soy la Fe, Yo soy tu Vida, Yo soy la preparación para la bendición, y luego Yo soy la Bendición, también. Yo soy todo por dentro, y todo por fuera, y todo para siempre." Es simplemente tener "La Fe de Dios" (Marcos 11:22, margen). "Y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo," no por la fe en el Hijo de Dios, "sino por la fe del Hijo de Dios" (Gálatas 2:20). Eso es. No es tu fe. Tú no tienes fe en ti, no más que lo que tienes vida o cualquier otra cosa en ti. Tú no tienes sino vacío y vacuidad, y sólo debes tener sinceridad y disposición favorable para tomarlo [a El] para que haga todo. Tienes que tomar Su fe así como Su vida y sanidad, y tienes simplemente que decir: "Vivo por la fe del Hijo de Dios." Mi fe no vale nada. Si yo tuviese que orar por alguien, no dependería de mi fe en absoluto. Diría: "Señor, aquí estoy. Si quieres que sea el canal de bendición para esta persona, solamente sopla en mi todo lo que yo necesito." Es simplemente Cristo, Cristo solo.
Ahora, ¿está tu cuerpo está rendido a Cristo para que El more y obre en ti de esta manera? El Señor Jesucristo tiene un cuerpo así como tú, sólo que es perfecto, es el cuerpo, no de un hombre, sino del Hijo del hombre. ¿Has considerado porqué El se llama el Hijo del hombre? El Hijo del hombre significa que Jesús es el único Hombre típico, completo, universal, que todo lo incluye. Jesús es el único hombre que contiene en Sí mismo todo lo que el hombre debiera ser, todo lo que el hombre necesita tener. Todo está en Cristo. Toda la plenitud de la Deidad, y la plenitud de un hombre perfecto han sido personificadas en Cristo, y ahora El permanece como la suma de todo lo que el hombre necesita. Su espíritu es todo lo que tu espíritu necesita, y El simplemente se da a nosotros. Su cuerpo posee todo lo que tu cuerpo necesita. El tiene un corazón latiendo con la fuerza que necesita tu corazón. El tiene órganos y funciones que rebosan de vida, no para Si mismo, sino para la humanidad. El no necesita fuerza para Sí mismo. La energía que Le permitió resucitar y ascender de la tumba, por encima de todas las fuerzas de la naturaleza, no era para Si mismo. Ese maravilloso cuerpo pertenece a tu cuerpo. Tú eres un miembro de Su cuerpo. Tu corazón tiene derecho a extraer de Su corazón todo lo que necesita. Tu vida física tiene derecho a extraer de Su vida física su sostén y fortaleza, y por eso no eres tú, sino es solamente la preciosa vida del Hijo de Dios. ¿Lo tomarás hoy de esta manera, y entonces no serás meramente sanado, sino que tendrás una nueva vida para todo lo que necesitas, un torrente de vida que barrerá la enfermedad, y luego quedará una fuente de vida para toda tu futura necesidad?.
Me parece como si hoy pudiese traerles tan sólo un pequeño talismán, como si Dios me hubiese dado un pequeño secreto para cada uno que está aquí, y me dijese: "Ve y diles, si ellos lo toman, será un talismán de poder dondequiera que vayan, y los ayudará a superar la dificultad, el peligro, el temor, la vida, la muerte, la eternidad." Si me pudiese parar en esta plataforma y decir: "He recibido del cielo un secreto de riqueza y éxito que Dios dará gratuitamente, a través de mi mano, a todo el que lo tome," estoy seguro que Uds. necesitaría un salón más grande por la gente que vendría. Pero, queridos amigos, les muestro en Su Palabra una verdad que es más preciosa. El apóstol Pablo nos dice que hay un secreto, un gran secreto que estuvo escondido desde los siglos y edades (Col,1:26), que el mundo estaba buscando en vano, que los hombres sabios de oriente esperaban poder encontrar, y Dios dice "que ahora ha sido manifestado a sus santos"; y Pablo fue por todo el mundo solamente para contarlo a aquellos que podían recibirlo; y ese simple secreto es tan sólo este: "Cristo en vosotros la esperanza de gloria".
La palabra "misterio" significa secreto; este es el gran secreto. Y les digo hoy, aún más, puedo darles, si lo toman del El -no de mi, puedo darles un secreto que ha sido para mi, ¡oh, tan maravilloso! Años atrás vine a El cargado con culpa y temor; probé ese simple secreto, y quitó todo mi temor y pecado. Pasaron los años, y hallé que el pecado me vencía y mis tentaciones demasiado fuertes para mi. Vine a El una segunda vez, y El me susurró: "Cristo en ti", y tuve victoria, reposo y bendición.
Luego el cuerpo se quebrantó en toda forma posible. Yo siempre había trabajado duro, y desde la edad de catorce años estudié, trabajé y no escatimé fuerza alguna. Me hice cargo de una congregación grande a la edad de veintiuno; me descompuse totalmente una media docena de veces, y finalmente mi constitución quedó agotada. Muchas veces temí caer muerto en mi púlpito. No podía subir ninguna altura sin un sentido de sofocación, debido a un corazón agotado, y el sistema nervioso exhausto. Oí de la sanidad del Señor, pero luché contra ella. Le temía. Me había sido enseñado en los seminarios teológicos que la edad de lo sobrenatural había pasado, y no podía desistir de mi temprano entrenamiento. Mi cabeza estaba en mi camino, pero por ultimo cuando fui llevado a asistir "al funeral de mis dogmas," como dice el Sr. Schrenck, el Señor me susurró el pequeño secreto, 'Cristo en ti'; y desde esa hora recibí de El para mi cuerpo como había hecho para mi alma. Me puse bien y tan fuerte que el trabajo ha sido un deleite perfecto. Por años he pasado mis vacaciones de verano en la calurosa ciudad de Nueva York, predicando y trabajando en medio de las masas, como nunca antes lo hice; además de la obra de nuestro Hogar y Universidad, y una inmensa cantidad de trabajo de biblioteca, y mucho más. Pero el Señor no quitó meramente mis sufrimientos. Fue más que la simple sanidad. El Se dio a mi de tal forma que perdí la dolorosa conciencia de los órganos físicos. Eso es lo mejor de la salud que El da. Agradezco al Señor que El me guarda de toda conciencia mórbida, física, y de un cuerpo que es objeto de ansioso cuidado, y da una vida simple que es un deleite y un servicio para el Maestro, que es un descanso y gozo.
Luego, otra vez, yo tenía una pobre clase de mente, cargada y difícil de manejar, que no pensaba o trabajaba rápidamente. Quería escribir y hablar por Cristo, y tener una memoria ágil, como para tener el pequeño conocimiento que había adquirido siempre bajo mandato. Fui a Cristo al respecto, y le pregunté si El tenía algo para mi en este aspecto. El respondió: "Sí, hijo mío, Yo soy hecho para ti Sabiduría." Yo estaba siempre cometiendo errores, lo cual lamentaba, y luego pensaba que no los cometería otra vez; pero cuando El dijo que El sería mi sabiduría, que nosotros podemos tener la mente de Cristo, que El podía derribar imaginaciones y llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo, que El podía componer el cerebro y la cabeza, entonces Lo tomé para todo eso. Y desde entonces he sido guardado libre de esta discapacidad mental, y la obra ha sido un descanso. Yo solía escribir dos sermones por semana, y me tomaba tres días completar uno. Pero ahora, con relación a mi obra literaria, tengo innumerables páginas de material para escribir constantemente, además de la conducción de muchas reuniones por semana, y todo es deleito samente fácil para mi. El Señor me ha ayudado mentalmente, y sé que El es el Salvador de nuestra mente así como de nuestro espíritu.
Bueno, luego, yo tenía una voluntad irresoluta. Pregunté: "¿No puedes ser una voluntad para mi?" El dijo: "Si, hijo mío, es Dios quien produce en ti el querer como el hacer." Luego El me hizo aprender cómo y cuándo estar firme, y cómo y cuándo ceder. Mucha gente tiene una voluntad decidida, pero no saben cómo HOLD ON en el momento correcto. Así, también, vine a El por poder para Su obra y todos los recursos para Su servicio, y El no me ha fallado.
Por ello, te diría, si este precioso pequeño secreto de "Cristo en ti", te ayuda, tú puedes tenerlo. ¡Que tú hagas mejor uso de él que yo! Siento que solamente he comenzado a aprender cuán bien funciona. Tómalo y continúa haciéndolo desarrollar, a través del tiempo y de la eternidad -Cristo para todo, gracia sobre gracia, de fortaleza en fortaleza, de gloria en gloria, desde este tiempo en adelante, y aún por siempre.

EL MISMO
Por: A. B. Simpson
En otro tiempo era la bendición,
Ahora es el Señor;
En otro tiempo era el sentimiento,
Ahora es Su Palabra.
En otro tiempo Sus dones yo quería,
Ahora el propio Dador;
En otro tiempo busqué sanidad,
Ahora El Mismo solo.
En otro tiempo era doloroso esfuerzo,
Ahora es perfecta confianza;
En otro tiempo una salvación a medias,
Ahora hasta lo sumo.
En otro tiempo era un retener incesante,
Ahora El me tiene firme;
En otro tiempo era un constante ir sin rumbo,
Ahora mi anclada está echada.
En otro tiempo era ocupado planeamiento,
Ahora es oración confiada;
En otro tiempo era ansioso cuidado,
Ahora El tiene el cuidado.
En otro tiempo era lo que yo quería,
Ahora lo que Jesús dice;
En otro tiempo era un pedir constante,
Ahora es alabanza incesante.
En otro tiempo era mi obrar,
Suyo de aquí en adelante será;
En otro tiempo trataba de usarlo a El,
Ahora El me usa a mi.
En otro tiempo el poder yo quería,
Ahora al Poderoso;
En otro tiempo para mi trabajaba,
Ahora para El solo.
En otro tiempo esperaba en Jesús,
Ahora sé que El es mío;
En otro tiempo mis lámparas se apagaban,
Ahora brillan claramente.
En otro tiempo la muerte esperaba,
Ahora Su venida aclamo;
Y mis esperanzas están ancladas
Seguras dentro del velo.

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