David Wilkerson
"Aun no lo he alcanzado - mi carne aún se resiste al Espíritu - pero soy redimido por la sangre de mi Salvador y yo voy a cantar y gritar alabanzas a mi Dios."
¿Suena esto como lo que usted ora cada mañana? Probablemente no. Lo más probable es que usted comience el día tratando de encontrar la manera de seguir luchando y, haciendo de tripas corazón, promete a Dios que nunca volverá a sus viejas costumbres.
Cuando gana una victoria ocasional, se siente bien al respecto y se dice: "¡Lo hice! sabía que si simplemente ponía mi corazón y mi mente en ello podría conseguir la victoria". La tendencia es sentirse orgulloso de lo que ha hecho e ir por ahí juzgando a los demás que no son victoriosos en ello.
Cuando era más joven, cada vez que necesitaba una victoria sobre algo, podría haber ocurrir algo como esto: decirme a mí mismo: "Yo voy a hacer esto aunque me mate", al mes yo pensaba: "Esos pensamientos codiciosos se han ido, ¡ahora soy libre!"; pero siempre demostraba ser una victoria parcial, entonces venía el desánimo y yo gritaba: "¡Oh, Dios, he rogado que me libres, pero no es así. Esta cosa está aún en mí!" Y entonces, culpaba a Dios.
El hecho era que yo estaba tan ocupado luchando en mi carne, para ser justo que perdía mi comprensión de la verdadera justicia - la única justicia que el Padre acepta - sólo Jesucristo es justo delante de Dios y cuando estemos ante el Padre, Él nos acepta sólo a través de Cristo, a través de su justicia y su victoria.
"¿Qué debo hacer?" Puede Usted preguntar. Bueno, en primer lugar, no hagas caso a las mentiras del diablo. En segundo lugar, levantase sobre sus pies espirituales y empiece a dar alabanza al Señor. Declare valientemente: "¡Por mi fe en la sangre de Jesús, recibo la justicia de Cristo. Él me ha hecho apto y calificado para adorar y servir a mi Señor!"
(Colosenses 1:14). La redención significa simplemente "poner en libertad". Hemos sido puestos en liberta"En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de los pecados"d por la preciosa sangre de Jesús. Tenemos el derecho de mantenernos firmes en pie contra toda acusación y decir: "Yo no voy a comprar eso, diablo. Me has acusado por última vez. Mi Biblia dice que soy redimido, porque creo en lo que Jesús hizo por mí en la cruz, confieso a Jesús mis pecados y soy redimido, ¡soy libre!".
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