CHARLES SPURGEON
"Bienaventurado el hombre que siempre teme a Dios."
Proverbios 28:14.
El temor del Señor es el comienzo y el fundamento de toda la verdad.
Sin un solemne temor y reverencia de Dios, no hay un asidero para las virtudes
más resplandecientes. Aquel hombre cuya alma no adora, no vivirá nunca en
santidad.
Feliz es quien siente un temor celoso de hacer el mal.
El santo temor
se fija, no únicamente antes de saltar, sino incluso antes de moverse.
Tiene un
temor de errar, temor de descuidar su deber, temor de cometer pecado. Teme las
malas compañías, la conversación liviana, y las tendencias cuestionables. Esto
no hace desdichado al hombre, sino que le trae felicidad. El centinela
vigilante es más feliz que el soldado que se duerme en su puesto. Quien
anticipa el mal y huye de él, es más feliz que quien sigue adelante
descuidadamente y es destruido.
El temor de Dios es una gracia tranquila que
conduce a un hombre a lo largo de una calzada selecta, de la cual está escrito:
"No habrá allí león, ni fiera subirá por él."
Temer la simple
apariencia del mal es un principio purificador que capacita al hombre, por
medio del poder del Espíritu Santo, a mantener sus vestiduras inmaculadas de
cualquier mancha del mundo. En ambos sentidos el que "siempre teme"
es hecho feliz.
Salomón había probado tanto la mundanalidad como el santo
temor: en el uno encontró vanidad, en el otro felicidad. No repitamos su
experimento, sino que debemos ajustarnos a su veredicto.
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