Pablo demostró el poder de la paciencia cuando fue llevado a juicio ante Festo. En vez de dejar que los falsos argumentos de sus acusadores turbaran su tranquila conducta, el apóstol enfrentó con paciencia el proceso legal permaneciendo fiel al Señor. Se abstuvo de atacar a sus opositores o de denunciar la injusticia de las acusaciones. Su pacífica actitud encontró aceptación por parte del gobernador, y le dio la oportunidad de tener después una audiencia para presentarle el evangelio.(Hch 24.24, 25)
Debido a que nuestra “carne” se inclina hacia la impaciencia, necesitamos buscar al Señor por medio de la oración, y pedirle que tome el control de…
Nuestros pensamientos, para que quitemos nuestra atención de la circunstancias y la pongamos en Dios. Su Espíritu nos ayudará a tener la perspectiva correcta.
Nuestras emociones. Si el Espíritu Santo controla nuestras emociones y reacciones, nos sentiremos más calmados. Entonces Él nos dará el poder para responder de una manera agradable a Dios.
Nuestras palabras. Es vital que le pidamos al Señor que nos ayude a controlar nuestras palabras. Una palabra adecuada puede calmar una situación; hablar en actitud defensiva o gritar airadamente puede empeorar la situación (Pr 15.18). El Espíritu Santo responderá nuestras oraciones y nos dará lo que necesitemos.
La paciencia requiere de autocontrol y del deseo de agradar a Dios. Pablo tuvo necesidad de ambos cuando compareció ante Festo y el rey Agripa. A pesar de la injusticia se mantuvo firme, sin perder el control. Imagine lo que Dios hará por medio de usted cuando crezca en la virtud de la paciencia.
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