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miércoles, 22 de agosto de 2012

La Prioridad de la Obediencia

Charles Stanley




















JUAN 14.23-26
El Creador dio dos mandamientos a Adán y Eva; primero, poblar la tierra y gobernarla; segundo, no comer de cierto árbol del huerto (Gn 1.28; 2.17). Pero, porque decidieron desobedecer, su relación con Dios se cortó, y tuvieron que abandonar el Edén.
La rebelión de la primera pareja no solo afectó sus vidas, sino que tuvo también implicaciones más amplias: todas las generaciones futuras han sufrido. En Romanos 5.12-19, el apóstol Pablo explicó la razón. Por el pecado de un solo hombre, Adán, el pecado entró en el mundo, y el resultado para toda la humanidad fue la muerte. Por ser Adán la cabeza de la raza humana, sus acciones afectaron a todos los nacidos después de él. Su desobediencia dio como resultado que cada uno de nosotros tiene una disposición contraria a Dios y un deseo de autonomía.
En cambio, Jesús hizo de la obediencia a la voluntad del Señor la prioridad de su vida. Obedeció al Padre en palabra y obra (Jn 8.28, 29). Después de haber vivido una vida perfecta, sin pecado, estuvo calificado para ser nuestro Salvador (2 Co 5.21). Por la muerte de un hombre, Jesucristo, se efectuó el pago de los pecados de toda la humanidad. La aceptación por parte de Dios del sacrificio de su Hijo nos trajo el perdón y la libertad del poder del pecado.
La desobediencia de Adán trajo la condenación y la muerte sobre nosotros, mientras que la obediencia de Cristo dio lugar a una nueva vida para todos los que creen en Él (Ro 6.4). Nuestro Salvador nos llama a rechazar los deseos egoístas, vivir abnegadamente, y seguirle (Mt 16.24).  

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